Al estallar la Primera Guerra Mundial, los territorios de lo que hoy
serían la República Checa y Eslovaquia —Checoslovaquia hasta 1992—
formaban parte del Imperio austrohúngaro, pero su pertenencia se debía
más a cuestiones políticas que al sentimiento de identidad con los
Habsburgo. De hecho, tenían más afinidad con el Imperio ruso al que
muchos checos y eslovacos habían emigrado. Ya sea por demostrar su
lealtad a su nueva patria o por el temor a ser encarcelados por
considerarlos una quinta columna, estos emigrantes solicitaron formar su
propia unidad de combate y luchar junto al ejército ruso. A su vez, el
ejército astrohúngaro reclutó a checos y eslovacos para sus filas
pero éstos aprovecharon los primeros enfrentamientos para rendirse ante
sus hermanos que luchaban a las órdenes del zar Nicolás II. Lo que a
ojos de las Potencias Centrales era una vulgar traición, a ojos de los
desertores era una ocasión para debilitar a los Habsburgo y, de esta
forma, colaborar en la victoria de los Aliados para conseguir su ansiada
independencia y constituirse en un país. Los austríacos respondieron
con una brutal represión que aumentó el sentimiento nacionalista de
checos y eslovacos. A los desertores, inicialmente encarcelados en
Siberia, se les permitió unirse a sus hermanos que ya luchaban con los
rusos para formar la llamada Legión Checoslovaca —en 1917 llegaron a los 60.000 miembros—. Todo iba a cambiar en un abrir y cerrar de ojos… estalló la Revolución rusa.
Un invierno especialmente duro, la hambruna provocada en parte por
los recursos destinados a la guerra y el hastío por un conflicto
bélico del que sólo llegaban noticias de derrota tras derrota,
provocaron un estallido social que llevó a la abdicación del zar
Nicolás II. Alemania, consciente de la inestabilidad interior rusa,
echó más leña al fuego facilitando la llegada de Lenin a Moscú,
exiliado en Suiza. Al frente de los bolcheviques, Lenin consiguió
llegar al poder en noviembre de 1917 e inició las conversaciones con
las Potencias Centrales para sacar a Rusia de la guerra. Con la sartén
por el mango y mientras duraron las conversaciones de paz, Alemania
lanzó una gran ofensiva en el frente oriental, los únicos que le
hicieron frente fueron los miembros de la Legión Checoslovaca. En marzo
de 1918, con la firma del Tratado de Brest-Vitovsk, Rusia
abandonaba la contienda y la Legión Checoslovaca se encontraba en
tierra de nadie y sin un país por el que luchar. Su única opción era
salir de Rusia para unirse a los Aliados en el frente occidental, pero
tanto la frontera terrestre como el Báltico estaban controlados por los
alemanes… sólo podían salir de Rusia por un puerto del Pacífico. Los
60.000 miembros de la Legión Checoslovaca iniciaron un largo viaje de
9.000 kilómetros hasta Vladivostok, donde embarcarían para
atravesar el Pacífico, llegar hasta los EEUU y desde allí a Francia
para seguir luchando. La única opción de traslado posible era el Transiberiano.
La reciente neutralidad rusa y los acuerdos firmados entre los bolcheviques y la Legión, permitieron a ésta iniciar el viaje con los únicos contratiempos propios del traslado de un contingente tan numeroso y todo el armamento que les acompañaba. Esta relativa tranquilidad no iba a durar mucho… Rusia volvió a tambalearse con una guerra civil que enfrentó al Ejército Rojo —bolcheviques— y al Ejército Blanco —contrarrevolucionarios—. Además, los austrohúngaros reclamaban la entrega de los miembros de la Legión para fusilarlos por traidores. El miedo a que las Potencias Centrales rompiesen el tratado de paz y la necesidad de las armas que transportaba la Legión, llevaron al Ejército Rojo a asaltar el convoy. Inesperadamente, las fuerzas checoslovacas derrotaron a los bolcheviques. Conscientes de su nueva situación —en tierra hostil y solos—, trataron de asegurar su vía de escape: la línea férrea. Montaron piezas de artillería en los vagones y fueron avanzando hacia Vladivostok manteniendo el control del Transiberiano. En su esfuerzo por asegurar su camino, tomaron un tren que, para sorpresa de todos, transportaba el oro de la reserva imperial.
Terminada la Primera Guerra Mundial, comenzaron a llegar noticias a Occidente de un “ejército sin país” que trataba de salir de Rusia. Los Aliados, tan altruistas y misericordiosos, decidieron ayudarles a salir de aquella ratonera enviando tropas a Vladivostok para embarcarlos, pero la realidad de aquella misión de rescate era bien distinta: la Legión iba a ser utilizada para frenar a los bolcheviques y su revolución comunista apoyando al Ejército Blanco. Thomas Masaryk —el futuro presidente de la república de Checoslovaquia— trató de sacar provecho del sacrificio de sus compatriotas y negoció con los Aliados la independencia de sus territorios y la creación de un nuevo Estado… nacía Checoslovaquia. Con el control del Transiberiano y los territorios circundantes, los Aliados desembarcaron en Vladivostok para asegurar la ciudad y mantenerla hasta que llegase la Legión.
Y como tantas otras veces, todo volvería a cambiar… el avance sin tregua del Ejército Rojo amenazaba con dejar atrapados a los errantes. Así que, utilizaron el oro capturado para negociar con los bolcheviques su evacuación. En 1920, todos los supervivientes de la Legión Checoslovaca —unos 40.000— habían regresado a su patria, un país que no existía cuando se embarcaron en aquella aventura. Y aquí termina la historia de este ejército sin país… casi. Se cree que de los ocho vagones capturados con oro, los checoslovacos sólo entregaron el que había en siete de ellos. El oro procedente del octavo vagón llegó hasta Checoslovaquia y sirvió para crear Legiobanka (Banco de la Legión).
La reciente neutralidad rusa y los acuerdos firmados entre los bolcheviques y la Legión, permitieron a ésta iniciar el viaje con los únicos contratiempos propios del traslado de un contingente tan numeroso y todo el armamento que les acompañaba. Esta relativa tranquilidad no iba a durar mucho… Rusia volvió a tambalearse con una guerra civil que enfrentó al Ejército Rojo —bolcheviques— y al Ejército Blanco —contrarrevolucionarios—. Además, los austrohúngaros reclamaban la entrega de los miembros de la Legión para fusilarlos por traidores. El miedo a que las Potencias Centrales rompiesen el tratado de paz y la necesidad de las armas que transportaba la Legión, llevaron al Ejército Rojo a asaltar el convoy. Inesperadamente, las fuerzas checoslovacas derrotaron a los bolcheviques. Conscientes de su nueva situación —en tierra hostil y solos—, trataron de asegurar su vía de escape: la línea férrea. Montaron piezas de artillería en los vagones y fueron avanzando hacia Vladivostok manteniendo el control del Transiberiano. En su esfuerzo por asegurar su camino, tomaron un tren que, para sorpresa de todos, transportaba el oro de la reserva imperial.
Terminada la Primera Guerra Mundial, comenzaron a llegar noticias a Occidente de un “ejército sin país” que trataba de salir de Rusia. Los Aliados, tan altruistas y misericordiosos, decidieron ayudarles a salir de aquella ratonera enviando tropas a Vladivostok para embarcarlos, pero la realidad de aquella misión de rescate era bien distinta: la Legión iba a ser utilizada para frenar a los bolcheviques y su revolución comunista apoyando al Ejército Blanco. Thomas Masaryk —el futuro presidente de la república de Checoslovaquia— trató de sacar provecho del sacrificio de sus compatriotas y negoció con los Aliados la independencia de sus territorios y la creación de un nuevo Estado… nacía Checoslovaquia. Con el control del Transiberiano y los territorios circundantes, los Aliados desembarcaron en Vladivostok para asegurar la ciudad y mantenerla hasta que llegase la Legión.
Y como tantas otras veces, todo volvería a cambiar… el avance sin tregua del Ejército Rojo amenazaba con dejar atrapados a los errantes. Así que, utilizaron el oro capturado para negociar con los bolcheviques su evacuación. En 1920, todos los supervivientes de la Legión Checoslovaca —unos 40.000— habían regresado a su patria, un país que no existía cuando se embarcaron en aquella aventura. Y aquí termina la historia de este ejército sin país… casi. Se cree que de los ocho vagones capturados con oro, los checoslovacos sólo entregaron el que había en siete de ellos. El oro procedente del octavo vagón llegó hasta Checoslovaquia y sirvió para crear Legiobanka (Banco de la Legión).
2 comentarios:
Interesantísimo. Nunca había oído hablar de esta legión
¡¡ mira que he leido libros, abierto documentos, hojeado revistas y pasado horas y horas en Google !! y ahora descubro el papel de la Legión, el nacimiento de checoslovaquia y....¡¡ el ORO del Tsar !! buen empuje para construir un nuevo estado ¡ Chapó !
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